Si hay algo por lo que deberíamos estar preocupados es por la coherencia de nuestras vidas.
La coherencia se refleja cuando pensamos, sentimos y hacemos en la misma línea. Esto es, cuando pensamos que tenemos que ir a un determinado sitio. Sentimos que es lo que queremos hacer y nos vamos.
La coherencia se rompe cuando pensamos en lo molesto que es ir a ese sitio, sentimos que tenemos una obligación en ir y al final acabamos yendo. Ahí se ha roto la coherencia. A partir de ahí, y teniendo este sencillo ejemplo como muestra de lo que puede ser una falta de coherencia en un contexto mucho mayor, empiezan a desencadenarse numerosos procesos internos.
Pero esto, nos lo explica mucho mejor Madhava en su libro “El sendero del yoga”
“El cuerpo mental conoce, el cuerpo emocional desea y el cuerpo físico actúa.
La personalidad posee tres fuerzas muy poderosas. La fuerza del pensamiento es el conocimiento, que es la mayor fuerza que existe en el universo, la fuerza del deseo es la que mueve el mundo, su motor, y la fuerza de la acción es que la que lo construye.
Pero a veces esto no es tan sencillo ni tan lineal, porque la información que posee la mente puede provocar varios deseos simultáneos y uno de ellos puede ser muy superior a los demás. En este caso, el deseo y el conocimiento pueden entrar en conflicto.
La mente te dice lo que tienes que hacer. El deseo te dice que hagas lo que te apetece. La mente vuelve a la carga con la obligación pero el deseo se escaquea detrás de las apetencias. Vemos aquí dos fuerzas enfrentadas que entran en conflicto al tirar en dos direcciones diferentes. ¿A cuál seguirá el cuerpo físico, al deseo o a la mente? Casi siempre sigue al deseo y realizas la acción que ésta te dicta, pero luego te sientes culpable, te sientes mal.
También puede ser que el conocimiento genere el deseo más fuerte, capaz de dominar la tendencia emocional y sigas el dictamen de la mente. En este caso reprimes el primer deseo para actuar según lo que tu mente te dicta y actúas justamente. Pero en este caso también te sientes mal, incluso peor, puesto que tu deseo ha sido reprimido. Hagas lo que hagas te vas a sentir fatal, así que el problema está servido. Muchas veces no hacemos ni lo que dice la mente ni lo que dice la emoción porque el conflicto es tan grande que no nos decidimos a actuar. ¿Te reconoces en esa lucha entre lo que te dice la mente que debes hacer y lo que la emoción quiere que hagas? Una personalidad así dividida es una personalidad sin fuerza, mediocre, incapaz de llevar a cabo ninguna empresa.”
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