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domingo, 10 de noviembre de 2013

La muerte y la inmortalidad - Krishnamurti


Pregunta: Usted no nos ha dado nunca un concepto claro del misterio de la muerte y de la vida después de la muerte; no obstante, habla constantemente de la inmortalidad. Seguramente usted cree en la vida después de la muerte, ¿verdad?

KRISHNAMURTI: Usted quiere saber categóricamente si hay o no hay aniquilación después de la muerte; ése es el enfoque erróneo del problema. Espero que entienda lo que digo, porque de lo contrario mi respuesta no será clara para usted y pensará que no he contestado su pregunta. Por favor, si no comprende, interrúmpame.

¿Qué quiere usted decir cuando habla de la muerte? Es su dolor por la muerte de otro y el miedo a su propia muerte. El dolor se despierta por la muerte de otro. Cuando su amigo muere, se torna usted consciente de la soledad porque ha contado con él, porque usted y él se han complementado el uno al otro, se han comprendido, apoyado y alentado el uno al otro. Así, cuando su amigo se ha ido, usted es consciente de la vacuidad; quiere que esa persona regrese para que llene la parte de su vida que llenaba antes.

Usted quiere a su amigo nuevamente, pero dado que no puede tenerlo se vuelve hacia diversas ideas intelectuales, hacia diversos conceptos emocionales que, según piensa, le darán satisfacción. Acude a tales ideas en busca de alivio, de consuelo, en lugar de descubrir la causa de su sufrimiento y liberarse eternamente de la idea de la muerte. Se vuelve hacia una serie de alivios y satisfacciones que gradualmente disminuyen la intensidad de su sufrimiento; no obstante, cuando la muerte regresa, experimenta el mismo sufrimiento otra vez.

Llega la muerte y le causa un intenso dolor. Alguien a quien usted amaba intensamente ha desaparecido y la ausencia de esa persona acentúa su soledad. Pero en vez de buscar la causa de esa sensación de soledad, trata de escapar de ella mediante satisfacciones mentales y emocionales. ¿Cuál es la causa de esa soledad? La seguridad puesta en otro, la insuficiencia de su propia vida, el continuo intento de eludir la vida. Usted no quiere descubrir el verdadero valor de los hechos; en cambio, atribuye un valor a lo que no es sino un concepto intelectual. Por eso, la pérdida de un amigo le ocasiona sufrimiento, porque esa pérdida lo torna plenamente consciente de su soledad.

Luego está el miedo a nuestra propia muerte. Quiero saber si viviré después de mi muerte, si reencarnaré, si hay para mí una continuidad en alguna forma. Estoy interesado en estas esperanzas y en estos temores porque no he conocido un momento de plenitud y riqueza durante mi vida; no he conocido un solo día sin conflicto, un solo día en que me haya sentido completo en mí mismo, como una flor. Por lo tanto, tengo este intenso deseo de realización personal, un deseo que contiene la idea del tiempo.

¿Qué entendemos cuando hablamos acerca del “yo”? Uno es consciente del “yo” sólo cuando está atrapado en el conflicto de la opción, de la dualidad. En este conflicto nos volvemos conscientes de nosotros mismos y nos identificamos con una cosa u otra, y de esta continua identificación resulta la idea del “yo”. Por favor, considere esto con la mente y el corazón, porque no es una idea filosófica que pueda ser simplemente aceptada o rechazada.

Yo digo que, a causa del conflicto de la opción, la mente ha establecido la memoria, muchas capas de memoria; ha llegado a identificarse con estas capas y se llama a sí misma el “yo”, el ego. Y de aquí surge la pregunta: “¿Qué me sucederá cuando muera? ¿Tendré una oportunidad de vivir nuevamente?” Para mí, estas preguntas nacen del anhelo y de la confusión. Lo importante es liberar a la mente de este conflicto de la opción, porque sólo cuando uno se ha liberado de este modo, puede haber inmortalidad

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