Cuando culpamos a los demás por lo que nosotros sentimos, somos irresponsables, esto incluye también el lado aparentemente positivo de las cosas. No estás feliz por nada allí afuera. O decides ser feliz o no lo decides. Todos los aparentes gustos (preferencias) y disgustos, surgen del miedo y emergen a la conciencia para ser tamizados por una mirada nueva que descansa en una total ecuanimidad mental (sama darshinah).
Empezamos a sentir la felicidad de la paz (ananda) cuando la mente ya no jerarquiza entre las ilusiones que aún proyecta. Por lo tanto, abraza a todo el mundo por igual: al que te gusta y al que no, al bueno y al malo, a la joven o al viejo, a tus hijos y también a cualquier hijo. Abraza al que te ama y al que te odia, dale dinero al que sientes que no lo merece.
Pero para esto tienes que acostumbrarte a no tener razón, casi como que tienes que aprender a sentir el placer de “perder” en cualquier ámbito ilusorio de tus días, ya que es sólo humo.
Quieres tener razón en algo para camuflar un miedo escondido, pero te pierdes una oportunidad de amar. Observa bien de no atacar a tu hermano justificándote por lo que entiendes de tu libro predilecto o autor favorito.
El amor no es afecto por alguien especial, es una fuerza nohumana , un estado de conciencia que nos atraviesa y va en dirección a todo. Y cuando percibimos maltrato, desinterés o hipocresía, allí tenemos un lugar para sanar nuestra interpretación, hacer silencio, espacio, y volver al Hogar, al centro de paz más allá de la percepción.
Todos hacemos intentos nobles y sanos para cambiar ciertas cosas del mundo que nos rodea, luego de esto, antes de tornarlo obsesión, se debe cambiar la interpretación o filtro mental.
Trabajar en las causas y no en los efectos, es el corazón de la efectividad. Lo que nos conduce a descubrir nuestra felicidad no condicionada, natural.
En verdad, tenemos una gran fe en el corazón, sólo que esa convicción fue depositada en algún objeto, situación o cuerpo que en sí mismos están hechos de tiempo. La confianza parece inexistente en ti, no por su falta, sino porque está siendo dirigida hacia un objetivo imposible, hacia una forma que no existe, imágenes dentro de un sueño. Decimos “perdí la fe”, cuando en verdad la hemos depositado toda en una esperanza futura, una relación con alguien, una identidad inventada, al dinero, influencia o atractivo físico/mental. Esa confianza-seguridad eres tú mismo, simplemente tu presencia radiante e inmortal como digno hijo del Amor, pero pareces no existir debido a una dependencia indignante en apariencia inevitable.
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