Desde la esclavitud interior no observada, exigimos a los demás,
seducimos atacamos, nos defendemos ferozmente, insultamos,
menospreciamos, degradamos a otros y culpamos, comparamos, anhelamos,
nos desvalorizamos, nos volvemos estrategas de una astucia inservible y
cansadora. La infelicidad tiene sus obvias raíces. Lo que piensas que
depositas en el afuera desemboca ineludiblemente en ti. La vuelta social que
la mente inventó para depositar culpas afuera tiene sus profundas raíces en
el pensamiento no observado. La desembocadura de todo pensamiento es de
inmediato la mente que lo genera. Se puede decir que una persona está
realmente sana cuando puede permanecer dichosa estando a solas por varios
meses, en intimidad con ella misma, o con otra persona, sin culparlo ni
culparse por lo que siente.
Desde el punto de vista cuántico y no dual de conciencia, no hay nadie allí
afuera, únicamente un otro idéntico, neutro, inocente, pero revestido de
todos mis prejuicios producto de la condensación de mis miedos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario