De cómo sacudir los miedos.

Me levanto atravesada. Esa es la palabra y no hay otra.
Atravesada por una emoción que me estaquea en un lugar,
me paraliza, me embalsama.
Me vuelvo de cera. Estatua.

No fluye a lo largo, desde arriba para descargarse al suelo,
o desde abajo para entregarse al cielo.

Como una flecha, me atraviesa, me hiere,
me abre, me sangra, me miente que soy carne.
Pero yo se que soy alma.

Paro. Detengo el mundo. Mi mundo.
Paren todos, deténganse. Respiren.
Acá pasa algo y no vamos a ignorarlo.
No esta más esa opción en la mesa.

No, tampoco lo vamos a investigar.
Nada de escaner, ni bisturí.

Silencio.

Lo vamos a sentir.
Si. Solo sentir.

Agarro la escoba, saco las sabanas.
Preparo el espacio sagrado.
Barro el polvo, importantísimo.
Miro debajo de la cama, no hay cuco.
Hay polvo.

Barro enérgicamente, junto, y descargo.

Abro las ventanas, entra aire, y luz.

Me siento...en la cama. Y siento.

Gaby